Era hijo de un modesto comerciante, quedó huérfano a los cinco años por lo que estudió becado en San Carlos, filosofía, física, matemáticas, teología y derecho. En 1831 fue ordenado presbítero y ocupó inmediatamente el vicerrectorado de San Marcos, institución a la que convirtió en una república en miniatura, donde se privilegiaba el desarrollo intelectual.
Fue partidario de la centralización de la autoridad, que debía descansar sobre un sistema de jerarquías y controles internos que tenían la finalidad de velar por el decoro y buen comportamiento al interior de San Carlos. Estableció un sistema de celadores que vigilaban constantemente la conducta de los alumnos, algunos opinaban que era un sistema parecido al carcelario.
Existió una relación entre la conducta exigida de manera intransigente por Herrera, y el modelo ciudadano que planteó, que propugnaba la “soberanía de la inteligencia”, lo que suponía que, para ser ciudadanos se requería contar con ciertos elementos tales como capacidad intelectual y moral. Con esta postura, Herrera excluyó al sector indígena, tal como se lo recordó su discípulo Pedro Gálvez, años después. Esta postura fue utilizada por Castilla quien llegó a tener un comportamiento autoritario basado en esta filosofía.
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