(Construyendo juntos el conocimiento de la Historia)
Reflexiones sobre la Independencia del Perú
Por: Roxana Hernández
El 28 de Julio de 1821, el virreinato del Perú dejó de serlo para convertirse en una república soberana e independiente, libertad lograda por la decisión de los peruanos y la ayuda de las tropas que, lideradas por San Martín, conformaron el ejército libertador.
El Perú por ser el centro que aglutinaba el poder español, no había sido ni remotamente el primero en lograr su independencia, es más, desde diez años antes habían empezado los procesos de separación e independencia de las juntas de gobierno que se habían ido conformando en la época de la invasión francesa sobre España. La Junta de Buenos Aires, la Junta de Santiago en la Capitanía general de Chile, se habían independizado años atrás. Al Perú le correspondería por su situación de centro del poder español en América del Sur, ser uno de los últimos bastiones de la resistencia realista a dejar estas tierras.
El trabajo de los criollos que creyeron en la necesidad de la independencia y que estuvieron de acuerdo en propiciarla y también el de aquellos que no tuvieron la fe suficiente para apostar por ella, o los que actuaron abiertamente en contra de que se concretaran los planes de independencia, todos fueron actores de un drama cuyo final fue en realidad el inicio, el inicio de una nueva realidad con sus complejidades y contrariedades que desarrollaremos a continuación.
Todo el ambiente generado en torno a la llegada de la Expedición Libertadora de San Martín no fue producto del momento, tendríamos que buscar la identidad del tiempo precursor en los procesos desarrollados en el siglo XVIII, desde la Revolución de Túpac Amaru, esas primeras manifestaciones airadas y violentas de rechazo al régimen español, sobre todo en la etapa posterior a la aplicación de las Reformas Borbónicas, en medio del ambiente del decadente Antiguo Régimen francés, que ya había costado el alto precio de la Revolución Francesa, y que tiempo después se ensañaría con España al producirse la invasión napoleónica de 1808, que Goya representaría tan dramáticamente en su obra “Los fusilamientos del 3 de Mayo”, ocurridos en la montaña del Príncipe Pío en Madrid, hechos sangrientos que él presenció desde su quinta y que luego transformaría en una obra que ha sido considerada como uno de los pináculos de la pintura española.
La violencia de la época y la nueva velocidad en la transmisión de las ideas, generaron un profundo impacto en la sociedad virreinal, sobre todo en los estratos en que se sentía con mayor énfasis la dureza del régimen español.
El pensamiento peruano entre fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX se nutrió de las ideas de la Ilustración Europea y persiguió el objetivo de desterrar de nuestra mente la escolástica medieval que había impregnado la vida académica en América. Poco a poco se fueron reformando los estudios, alentados por las expediciones de los viajeros, tan de moda en el Siglo XIX tales como Alexander Von Humboldt, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Pierre Bouger, Louis Gaudin y Charles de la Condamine, que permitieron que los peruanos conocieran las nuevas corrientes científicas imperantes en Europa.
La evolución del pensamiento peruano se vio favorecida con los aportes de órganos como El Mercurio Peruano, que sin ser un órgano apologético para la emancipación y la independencia, se convirtió en un medio eficaz para que los habitantes de estas tierras descubrieran su propia identidad, distinta de la europea, original, compleja y real, más no realista.
Otras remembranzas del siglo XVIII que tuvieron mucha fuerza en generar el cambio fueron El Elogio al Virrey de Jáuregui, pronunciado por Baquíjano y Carrillo, y cuyo tono desafiante y amenazador, le valieron al autor, la obligación de la disculpa y el castigo ineludible. Pensadores como Baquíjano, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, José de la Riva Agüero y Sanchez Boquete, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Hipólito Unanue, Toribio Rodríguez de Mendoza, hasta nuestro representante en las Cortes de Cádiz, Vicente Morales Duárez, se convirtieron en los representantes del pensamiento ilustrado en el Perú, que a la larga, influenció la maduración del ser peruano y la opción por la independencia.
¿Entonces? ¿cuál es el orden correcto que une todo el proceso atravesado? Tenemos por un lado el progreso científico universal que se estaba viviendo en Europa y que llegó al Perú a través de los criollos, hijos de españoles que tenían la posibilidad de acceder a la cultura en el mismo lugar de su gestación, y, a través de sus viajes nos pusieron en contacto con pensadores de la talla de Voltaire, con su Diccionario Filosófico, a Rousseau con su teoría del buen salvaje que reconciliaba al ser humano con su ser más íntimo y personal, la bondad subyacente en la naturaleza humana que era malograda por una sociedad estereotipada y llena de reglas mal concebidas; y hasta un Montesquieu con su planteamiento de la división de poderes que se había aplicado desde la Revolución Francesa a cada una de las regiones que iban logrando su autonomía. Esa evolución del pensamiento, de la filosofía universal, fue recibida en América, por gente ansiosa de saber, de leer, de entender, y de ese modo los panfletos pasaron de mano en mano, y las tertulias eran tertulias literarias, académicas, filosóficas, en que ganaba el intelecto humano.
Pero, paralelamente al proceso de maduración, y mientras el espíritu americano se nutría cada vez más, España iniciaba un peligroso declive, que marcaría el final de su dominio en estos territorios. La crisis económica, por el mal aprovechamiento de los recursos americanos, la burocracia, los pagos, los rescates, las malas inversiones, la derrota frente al corsariaje inglés y la consecuente aceptación del libre comercio, en un momento en que España no podía competir económicamente, habían marcado el inicio del declive. Ambos elementos se cruzaron y en el virreinato empezaron a aparecer otros síntomas, otros elementos que marcaron el inicio del fin.
El conocimiento de nuestra geografía, de nuestra historia, en fin, el conocimiento de nosotros mismos, fue paralelo a la evolución de las ideas, a las reformas en los estudios y a un creciente interés por la divulgación de temas científicos, que ayudó a ilustrar al país sobre su problemática.
Y la problemática principal nos hacía volver la mirada a la política española, el régimen absolutista que todavía nos aquejaba a pesar de haber sido removido en otros lugares, fue analizado, cuestionado, evaluado y finalmente censurado. Pero para censurar el poder político había que tener un buen sustento, ¿en qué nos amparábamos para criticar la política española y tildarla de injusta? En el marco jurídico, y entonces empezamos a cuestionar las leyes, pues resultaba que las leyes que nos oprimían y sojuzgaban estaban amparadas en una teocracia desfasada, cuestionada como lo fue en su momento el antiguo régimen y por ello se empezó a exigir cambios y reformas; poco a poco se fue abordando aspectos cada vez más álgidos, impostergables en la agenda de mejoras que urgían al pueblo y que empezaron a ser exigidas a una monarquía que estaba cada vez en menos condiciones para subsanar las fallas cometidas.
Entonces llegamos al problema social y nos encontramos con que vamos tocando fondo, y abriendo le herida real que afectaba a esta sociedad convulsa, y es que para 1820 y 1821 la población total del Perú, según los datos del censo del Virrey Gil de Taboada a fines del siglo XVIII, y los datos de la Guía de Forasteros de 1828, difícilmente pasaba el millón 200 mil habitantes y de esa cantidad, según afirma don José Agustín de la Puente y Candamo, en su libro La Independencia del Perú, los indígenas eran casi un millón, 954,799, número equivalente al 63% de la población. Población sometida al yanaconaje, al trabajo de la mita minera, a los obrajes, relegados al penúltimo peldaño de la pirámide social, sólo porque existían los esclavos negros y la república de castas, que le arrebataban el último lugar. Todos esos factores, toda esa situación, propició la independencia.
Sólo el aspecto económico podía ser más dramático y si cabe, más urgente que el problema social, y lo fue realmente debido a que las clases bajas a pesar de ser las más numerosas eran las menos beneficiadas dentro del sistema productivo virreinal, lo que hacía más intolerable la situación y más urgente la necesidad de un cambio.
Para los peruanos la independencia significó aceptar que no éramos España, que éramos una realidad diferente y separada por la geografía, por la historia y la evolución cultural misma. En palabras de Scarlett O´Phelan, en la Emancipación se verificó una confluencia de múltiples circunstancias o causas intelectuales, sociales y políticas; sin embargo, en el centro o el eje de ese conjunto de factores está presente la noción del Perú como concepto fundamental. Noción que viene desde Garcilaso en el siglo XVII y que es labor de nosotros continuarla en el presente. Una realidad distinta, única en sus características e incluso en su problemática, en fin, una realidad que hicimos nuestra con la independencia.
Para los peruanos, la independencia significó la ruptura del vínculo jurídico con el Rey de España, pero implica muchos significados más:, en palabras del Doctor José Agustín de la Puente y Candamo:
Es la afirmación del hombre que ha nacido en nuestro territorio y de su derecho al gobierno de lo propio. Es la reacción contra el mal funcionario, contra la norma injusta, contra el impuesto excesivo, contra el abuso de poder; es una manifestación más del espíritu crítico en la vida intelectual, social, política; es la oposición al sometimiento económico en función del interés de la Metrópoli; es una manifestación de algo cercano a la madurez de esa comunidad que llamamos Perú; es el enaltecimiento de las calidades del mundo americano; es el anuncio del fin de la esclavitud del negro; es una muestra más del angustioso entretejido entre las ideas del siglo XVIII y la pervivencia de la formación escolástica; es la afirmación de la voluntad del pueblo en la guerra de los españoles contra Napoleón; es la lucha contra la mita, contra el repartimiento mercantil.
El impacto que genera la frase “independencia nacional” podría llevarnos equívocamente a pensar en un final de película, para una época en la que habiendo luchado contra el poder opresor de España, lográbamos dejarlo a un lado, e iniciar inmediatamente una nueva etapa donde todo fuera, por lo menos, diferente a aquello a lo que habíamos estado acostumbrados. Sin embargo, analizando serenamente el acontecimiento de la proclamación, vemos que tuvo más bien en palabras de Flores Galindo “un efecto simbólico” más que práctico, visible, perceptible y duradero para los peruanos.
De hecho, ni todos estuvieron convencidos de la viabilidad o la importancia de la independencia, ni actuaron de la misma manera frente a su inminencia, bástenos mencionar dos textos de la época para hacernos una idea al respecto:
“Correspondencia del General San Martín. En el informe del teniente coronel José Bernaldez Polledo, escrito en Lima antes de la independencia, léase lo siguiente: “No pondero: si nuestro ejército estuviera a seis leguas de distancia de esta capital y el visir hiciera una corrida de toros, los limeños fueran a ella contentos sin pensar en el riesgo que les amenazaba. Ocuparíamos la ciudad y los limeños no interrumpirían el curso de sus placeres”
En el siguiente texto, se consigna la versión de uno de los corresponsales de San Martín en la capital, oculto bajo el seudónimo de “Aristipo Emero”, más o menos en 1820.
“Los de la clase alta, aunque deseen la Independencia, no darán sin embargo ni un paso para lograrla o secundarla; pues como tienen a sus padres empleados o son mayorazgos o hacendados etc., no se afanan mucho por mudar de existencia política, respecto a que viven con desahogo bajo el actual gobierno. Los de la clase media, que son muchos, no harán tampoco nada activamente hasta que no vengan los libertadores.... Los de la clase baja que comprende este pueblo, para nada sirven ni son capaces de ninguna revolución.”
En efecto, la independencia fue promovida por grupos de ideólogos y grupos de gente que entendía lo beneficioso que sería para todos un cambio de régimen, la consecución de la autonomía, pero no fueron todos, la gran mayoría no estaban a la altura de comprender lo profundo del proceso, y por eso fue necesario irlos ganando poco a poco para la causa de la independencia, pero esa situación también era consecuencia de lo arraigado de nuestra actitud de colonia.
En efecto, nuestras reconstrucciones mentales y materiales sobre la época nos llevan a imaginarnos con facilidad el momento de la proclamación, tal como lo muestra el lienzo del pintor Francisco Gonzales Gamarra, o el óleo de Juan Lepiani, pero también podemos preguntarnos cómo fue el 29 de julio de 1821, más allá de la ceremonia de la jura de la Bandera, cuando ya proclamados abiertamente independientes de la autoridad española tuvimos que empezar la vida en libertad.
Cuando explico este tema a mis alumnos recurro al ejemplo de la emancipación de los hijos respecto al poder de los padres, ese momento en que, pasada la inicial emoción de iniciar una nueva vida, pasamos a iniciarla, asumiendo como propia desde la decisión más pequeña al iniciar el día, hasta aquellas decisiones trascendentales, cuyas consecuencias nos acompañarán el resto de nuestra vida.
Al día siguiente de la proclama, los peruanos firmantes del acta de la Independencia y los que habían vitoreado el momento, amanecieron en la misma ciudad de Lima, donde las tropas realistas seguían acantonadas, esperando las órdenes de las autoridades españolas, a pesar de que el virrey estaba en la zona andina, cosa que prontamente les permitió volver a ocupar Lima.
Sabíamos que había que organizar el gobierno, pero no teníamos una clase política preparada para ello; y lo que es más doloroso, sabíamos lo que queríamos, pero no sabíamos cómo lograrlo, porque nuestro inconsciente colectivo nos había relegado al plano de personas que sabían obedecer, pero cómo nos costó aprender a tomar decisiones. Sólo ante esa circunstancia se entiende la propuesta de San Martín para traer un príncipe europeo para que gobernara el Perú, mientras, aprendíamos cómo hacerlo. Y así también se entiende que ante la negativa de las casas reinantes de Europa de enviar un representante a gobernar el Perú, San Martín asumiera el cargo de Protector, y junto con él, los poderes ejecutivo y legislativo, que le convertían a todas luces en dictador, eximiéndose él mismo de ejercer el poder judicial pues manifestó no querer jamás ser visto como un tirano.
Como mencionábamos el problema más urgente era el económico, y cabe por consiguiente preguntarnos ¿cuáles fueron las bases económicas con las que el Perú inició su vida independiente? Pues bien, el comercio virreinal de importación y exportación había sido muy amplio durante el virreinato, sin embargo al inicio de la vida republicana la economía se vio seriamente afectada por las guerras de la emancipación y su recuperación fue paulatina.
A inicios de la vida independiente el comercio de exportación estaba debilitado como consecuencia de las guerras de independencia y estaba limitado a algunos productos como metales preciosos, corteza de quinua, materias colorantes, cueros, pieles y lanas que se vendían en Europa.
Para pagar las importaciones inglesas se recurrió a la exportación de moneda circulante de manera masiva, llegando a ser la exportación mayoritaria.
Las exportaciones del Perú entre 1825 y 1840 en libras esterlinas se centraron en la moneda fraccionaria, lana, nitrato de soda, algodón, cortezas de quina. Dejando de lado éstas últimas y el nitrato de soda cuya producción incorporaba también regiones no peruanas, los productos dominantes eran la plata y el algodón. La plata no sólo se exportaba bajo la forma de lingotes sino como circulante monetario, pronto se vio afectada esta producción debido al fracaso de la moneda de papel. La producción de lana se centraba en la lana de oveja y de auquénido.
En definitiva el valor de las exportaciones peruanas hasta la aparición del guano en 1840 fue menor que el valor de las importaciones.
En el caso de los tributos, en agosto de 1821 San Martín, después de declarar peruanos a los indios, canceló el tributo, pero la insolvencia del estado peruano no permitió que esta medida se mantuviera. El tributo fue restablecido en 1826 debido a la necesidad de sustentar los gastos de la república.
El concepto bajo el cual se justificó la reincorporación del tributo, demostró lo lejos que estábamos de cerrar viejas heridas de diferencia social y racial:
El Ministro de Finanzas de 1830 José María de Pando dijo para justificarlo: “La experiencia de los siglos ha demostrado que la tasa de los indígenas ha sido fijada con prudencia y con perspicacia, y puesto que ella está profundamente arraigada por la costumbre, tan poderosa en el espíritu de las gentes, toda innovación sería peligrosa”
Con esas frases lapidantes y desesperanzadoras para la población mayoritaria de la naciente república empezamos con la independencia un camino de avances y retrocesos, una nueva clasificación del indígena, una clasificación que lo entendía como un ser relacionado al trabajo de la tierra, 30 leyes en menos de diez años, que buscaban que siendo el menos beneficiado económicamente, fuera el que aportara al sostenimiento del erario nacional.
Hemos avanzado 191 años en nuestra historia republicana y el día de hoy podríamos hacernos las mismas preguntas que nos hicimos en la época de la emancipación. ¿Qué es el Perú? Y tendríamos una respuesta caracterizada por una gran variedad de conceptos, sentimientos y sensaciones.
Para responder esa pregunta nuestra carta de presentación es la Historia, y es que somos la cuna de la civilización más antigua de América, Caral, con 5000 años de antigüedad, la cuna del hombre americano, es el inicio para ese tour interminable que nos conduce a todas las manifestaciones culturales que se han presentado y que por su diversidad y complejidad han hecho necesario que los historiadores las clasifiquen por Horizontes e Intermedios, desde el más antiguo y uno de los más extensos en Chavín, hasta el Horizonte Tardío representado por los Incas, la cultura más poderosa de América del Sur, cuyo éxito administrativo y organizativo basado en el aprovechamiento de la tierra sigue siendo uno de nuestros máximos referentes sobre lo que pudieron hacer nuestros antepasados y seguramente podremos hacer en el presente y futuro.
Podemos intentar responderla desde el punto de vista geográfico y diremos que
Usando las palabras deldoctor Antonio Brack Egg, El Perú es uno de los países con mayor diversidad de especies, de recursos genéticos, y de ecosistemas.
1. Diversidad de especies
De la flora se han registrado cerca de 25 mil especies, de las cuales 17 143 son plantas con flores (Angiospermas y Gymnospermas). Se conocen más de 5 000 especies y cada año se descubren y describen nuevas. Los microorganismos (algas unicelulares, bacterias, hongos, protozoos y virus), los organismos del suelo y de los fondos marinos han sido muy poco estudiados.
2. Diversidad de recursos genéticos
Hay 128 especies de plantas nativas domesticadas, con miles de variedades. La papa es uno de los cuatro cultivos alimenticios más importantes del mundo, junto con el maíz, el arroz y el trigo. Existen 9 especies de papas domésticas con más de 2 000 variedades, que se cultivan desde el nivel del mar hasta los 4 750 msnm. Además el país posee casi 200 especies de papas silvestres, especialmente en la cuenca del lago Titicaca, y que son de gran importancia para cruces con las variedades domesticadas para el mejoramiento genético. El país posee también 4 especies domésticas de animales (alpaca, llama, pato criollo y cuy), y que fueron domesticados durante la época prehispánica. El pato criollo y el cuy se han extendido por todo el mundo.
3. Diversidad de ecosistemas
El Perú es reconocido como uno de los países con la mayor diversidad ecológica de la Tierra. Se reconocen 11 ecorregiones. De las 117 zonas de vida reconocidas en el mundo 84 se encuentran en el Perú. En el territorio nacional se encuentran ecosistemas reconocidos a nivel mundial por su altísima diversidad de especies como el mar frío de la Corriente Peruana, los bosques secos en la costa norte, la puna, la selva alta, y los bosques tropicales amazónicos, donde la diversidad de especies llega a su máxima expresión. La alta diversidad de ecosistemas ha permitido el desarrollo de numerosos grupos humanos con culturas propias y destacables logros tecnológicos, culinarios y culturales.
4. Megadiversidad y responsabilidad
Por esta alta diversidad biológica el Perú es considerado uno de los 15 países de megadiversidad a nivel global, junto con Brasil, Colombia, Zaire, Madagascar, México y China, entre otros. Además es uno de los centros más importantes de recursos genéricos, conocidos como Centros de Vavilov, a nivel mundial, por el alto número de especies domesticadas originarias de esta parte del mundo. Esta realidad implica una alta responsabilidad.
Tal vez fue por eso que cuando le preguntaron al biólogo y explorador marino Jaques Cousteau un año antes de fallecer, qué lugar de la tierra preservaría de la destrucción total, sin titubear respondió: EL Perú. Y es que ¿Quién respondería diferente?
Desde el punto de vista económico, el día de ayer el Wall Street Journal nos ha descrito como
Perú uno de los nuevos tigres latinoamericanos gracias a un crecimiento rápido y continuo, sus monedas son sólidas y estables, ha logrado controlar la inflación y sus calificaciones de crédito son más altas que las de sus vecinos, afirmó hoy el diario estadounidense.
Además resaltó nuestra capacidad de actuar cuando el entorno se deteriora. Los mejores analistas norteamericanos ante la crisis del 2008, que amenazaba perjudicar con el coletazo económico a los países de América latina decía que el Perú no había caído como consecuencia de la crisis porque “es un país acostumbrado al sufrimiento y a la resistencia económica”. Nosotros sabemos que eso significa que ser país subdesarrollado económicamente, nunca nos asustó enfrentar los ajustes que vinieran y ahora, estamos demostrando que sabemos aprovechar las oportunidades. Ojalá sigamos así.
En enero de este año, el diario El País, uno de los más serios de España publicó un Dosier de 24 hojas denominado Razones para invertir en Perú, la tierra de las oportunidades, donde entre otras cosas nos ponderaba como uno de los más prometedores económicamente a nivel regional y mundial.
Hoy tenemos nuevos retos, todavía nos falta revertir el 7.1 % de analfabetismo que subsiste en el país, derrotar la tuberculosis, enfermedad ya desaparecida del resto de lugares del planeta y que nos sigue recordando la postergación y la miseria que pueden vivir nuestros hermanos del ande, tenemos que erradicar la posibilidad de la violencia, tenemos que apoyarnos mucho en la educación, nuestros niños y jóvenes no pueden crecer ni formarse académicamente sin saber la historia del Perú, porque es su derecho, y además porque cuando la conocen les apasiona, y les convence la posibilidad de ser protagonistas en esa historia, agentes de cambio del presente y del futuro. Es su derecho formarse en valores éticos, morales, pero también cívicos y ciudadanos y es su derecho ser tomados en cuenta y respetados incluyéndolos de verdad en el proyecto de desarrollo a largo plazo que diseña el gobierno.
Tenemos retos, pero también tenemos razones para afirmar que estamos cristalizando el sueño de nuestra propia identidad, hay que cerrar heridas, pero hoy, que estamos a escasos 9 años de cumplir el bicentenario de nuestra independencia, podemos trabajar cada uno desde nuestra especialidad para que nuestro presente y el futuro de nuestros hijos, sea el mejor legado que podamos dejar en prendas de trabajo y amor a esta tierra que tanto se lo merece. Que tengan unas felices fiestas patrias.