La confección de un andén obedece a una técnica exquisita ideada por los Incas en vista de la necesidad de superar las limitaciones del terreno en las zonas altas de los andes; y la urgencia de aprovehar la fertilidad de los suelos andinos, para alimentar a una población en aumento, que requería cada vez más amplias zonas de cultivo.
La técnica de construcción de un andén no consiste solamente en hacer la gradería, requiere de la excavación de la gradería y el posterior revestimiento de los bordes, con una hilera de piedras que forman una especie de maceta, dentro de la cual se colocan los elementos básicos para que la planta prospere.
En el fondo del andén se coloca una cama de piedras gandes y porosas que servirán de drenaje para los excesos de agua; y, sobre ella, sucesivas capas de piedras cada vez más pequeñas, que permitirán que la raíz de la planta pueda tener mayor estabilidad.
Finalmente en la capa superior se coloca la tierra fertilizada con el humus, sobre la cual se procederá a sembrar la semilla.
El uso de los andenes requiere además del acompañamiento de un sistema de riego que consiste en facilitar el acceso del agua a todas las graderías de la montaña; ya sea, provenientes del agua de la lluvia o de lagunas exisentes en zonas altas; o a través del riego artificial. Los cuidadores encargados de estas tareas vivían cerca de los andenes en las zonas altas. En la época del Imperio Incaico, el cuidado de los andenes formaba parte del trabajo de la mita.
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