(Construyendo juntos el conocimiento de la Historia)
El Inca
Cobo escribe:
“Todo lo que se levantaba de la mesa y cuantas cosas el Inca tocaba con sus manos lo guardaban los indios en petacas de manera que en una tenían recogidas los junquillos que le echaban delante cuando comía; en otros los huesos de las aves y carne que alzaban de la mesa; en otros, los vestidos que desechaba; finalmente, todo cuanto el Inca había tocado se guardaba en un buhío que tenía a su cargo un indio principal y en cierto día del año lo quemaban todo; porque decían que lo que habían tocado los Incas, que eran hijos del sol, se había de quemar y hacer ceniza y echarla por el aire, que nadie había de tocar a ello.
El mismo fin tenían las plumas del ave Tocto que empleaban los señores en la ceremonia de pleitesía y acatamiento al nuevo Inca, con las cuales le acariciaban el rostro y se las pasaban por él; hecho esto, las entregaban a un noble encargado de quemarlas.
El relato de Cobo que se transcribe está tomado, al pie de la letra, de la relación de Pedro Pizarro. Lo único que se omite es que en algunas petacas se guardaban los marlos de las mazorcas de maíz que había tomado en sus manos.
Extraído de: VALCÁRCEL, Luis E. Historia del Perú Antiguo a través de la fuente escrita. Tomo 3. Editorial Juan Mejía Baca. Año 1985. P. 160.
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