Trabajada en base a la película:
"La Agonía y el Éxtasis"
La Basílica de San Pedro, creada por un genio del arte llamado Miguel Ángel, aún hoy, en una época de milagros científicos es motivo de admiración para quienes se reúnen a contemplarla provenientes de todas partes del mundo.
Cerca de ahí, en el Vaticano, la Capilla Sixtina, baluarte de los más celebrados frescos en la historia de la pintura. El trabajo de un artista, que no quería pintar.
Miguel Ángel nació en 1475, en un pueblo italiano llamado Caprese, hijo del alcalde el pueblo. En su familia también había soldados, pero no había artistas. Él y su arte, surgieron de una manera inesperada. En Settignano estudió los principios de la técnica de escultura. Primero, la piedra común, después el mármol, “la piedra de la luz” como lo llamaban los griegos, aprendiendo a descubrir sus defectos para probar sus potencialidades. Ese fue el trabajo preparatorio del estudiante y su objetivo: Florencia, que en el año 1469 estaba dominada por un hombre que era príncipe, poeta mecenas de las artes: Lorenzo el Magnífico. Nuevos edificios surgieron, nuevas estatuas aparecieron, ahí en esa ciudad Miguel Ángel vio cómo el mármol, piedra que brotaba de su tierra natal, podía adquirir sus potencialidades, podía adquirir la armonía del volumen y la forma, en iglesias, palacios, puentes y calles. Aquí aprendió también a dibujar, a liberar su talento en la pintura. Las masas musculares, figuras destacándose en el papel con toda la sustancia de las estatuas. No sorprende que estuviese descubriendo su destino, había nacido para esculpir, no para pintar.
Su primer trabajo un bajorrelieve “La Virgen de la Escalera” lo hizo a los 15 años, pero en sus manos, el mármol perdía su dureza y se volvía suave como la cera y translúcido como el alabastro. María, Madre de Cris, “La dadora de vida y Guardiana de la muerte”. A los diecisiete creó “La batalla de los centauros” miembros, músculos, tallada con una fuerza y energía agitada como una rebelión.
Un jovial sátiro, en realidad, el demonio en el acto de tentar un ebrio Adán, conocido también como “Baco”, un trabajo encomendado por un banquero de Roma, pues la fama de Miguel Ángel se había difundido más allá de los límites de Florencia.
para los dominicos del Espíritu Santo “EL Crucifijo”, un tesoro del arte descubierto recientemente.
La célebre “Pitti Madonna” y el importante “San Mateo” , importante por su apariencia inconclusa que se repite en otras de las obras del maestro. Como aquí, una vez más no terminó para evitar que otros refinamientos comprometieran la vida, la real existencia de la obra.
La tumba de los Médici, hasta la arquitectura fue diseñada por Miguel Ángel, un escenario para su tumba de Lorenzo, con sus figuras de crepúsculo, y aurora.
La tumab de Giulianno con sus acompañantes la Noche y el Día. La noche en sus tinieblas con la lechuza y la máscara símbolo de las pesadillas y de los temores de la oscuridad y la escultura del día, inconclusa.
El Genio de la “Victoria” que era un tributo a Lorenzo, el segundo padre de Miguel Ángel, quien había desterrado las sombras de la barbarie.
La Madonna Médici
La Pietá del Duomo en Florencia,
La Pietá de Palestrina
Pero hubo una obra más conocida que estas, surgió de un gigantesca bloque de mármol rechazado por otros artistas que habían desistido de usarlo. El 18 meses, Miguel Ángel lo transformó en “El Gigante de Florencia” “David”, no como el sumiso pastor, David es mostrado en el momento de su decisión de luchar y ahí está otro coloso, originalmente destinado para el monumento funeral del Papa Julio II, descrito por un biógrafo como “más guerrero que Papa”: “El Moisés”. Cuenta la leyenda que Miguel Ángel le golpeó la rodilla con su martillo gritando “Y ahora habla!”
La gloria del arte del escultor, la famosa “Piedad de San Pedro”, creada por el autor cuando tenía 23 años, terminada, pulida, ningún retoque en los detalles.
En contraste con esta piedad está la “Piedad de Rondanini”, considerada el testamento del artista. Por largos períodos, durante los últimos 11 años de su vida y hasta el día de su muerte trabajó en ella, aquí Miguel Ángel ya no busca la belleza, sino el más profundo significado del sufrimiento de un hombre. Desde la perfección de la Piedad de San Pedro hasta la realización final con su sello inconcluso, el arco de su vida se extendió. La agonía de la creación finalmente lo forzó a definir lo indefinible.
El 18 de febrero de 1564 Miguel Ángel murió a los 89 años, aclamado mundialmente por sus titánicas estaturas de mármol, y más conocido por los frescos en la Capilla Sixtina en el Vaticano, la obra maestra de un escultor que no quería pintar.
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