Los Fenicios

Principales enclaves

Los fenicios levantaron la mayoría de sus ciudades y villas sobre promontorios rocosos, a orillas del mar, y como alternativa, en pequeñas islas cercanas a las costas, siempre fáciles de fortificar y de defender.

El paisaje urbano, además de contar con el obligado puerto marítimo – o con dos, según los casos-, se definía por una acrópolis con la residencia principesca, y por unas murallas almenadas, a cuyo alrededor se disponían los barrios, asi coo los locales comerciales los talleres y algunos edificios de culto. Fuera del poblado, y como medida higiénica, se situaban las necrópolis, tanto las reales como la se los simples particulares.

De aquellas ciudades se conoce en la acualidad el emplazamiento de varias, algunas totalmente en ruinas y otras muy modificadas (e incluso sepultadas) por modernas construcciones. Por su interés deben ser recordadas:

Tell Sukas:

Este enclave identificado co la Shukshu de finales del siglo XII, a.C., presenta restos de elementos cananeos, fenicios y griegos. De todos ellos lo más interesante es un recinto sagrado, al aire libre, similar a los tofet de las colonias occidentales.

Arvad

En lo que fuera una pequeña isla rocosa de la costa siria se levantaba Arvad (en griego Arados y hoy Ruad) Alcanzó fama gracias a sus marineros, destacó por su prosperidad comercial, dominando una serie de villas cercanas.

Amrit

En esta localidad, un enclave rocoso de la costa siria, se han localizado los restos urbanos de su asentamiento fenicio, así como una de sus necrópolis, famosa por sus tumbas y por el área sagrada de un santuario.

Biblios

Esta ciudad (hoy Djebail), llamada en los textos cuneiformes Gubla y en la Biblia Gebal, fue uno de los enclaves fenicios más importantes, ocupado ya desde tiempos neolíticos. En época tardía los griegos le dieron el nombre de Biblos porque acudían a su mercado a adquirir el papiro (byblos). La ciudad se desarrolló sobre todo a partir del Bronce Antiguo, rodeándose de un recinto amurallado.

Sidón

Al estar los restos de esta ciudad ocultos por las construcciones de la moderna Saida, muy poco se sabe de cómo pudo ser su urbanismo con anterioridad al siglo VII a.C., en que fue arrasada por el asirio Asarhaddón. En sus cercanías se levantaba el Templo de Eshmun, que ha proporcionado materiales de la ocupación babilónica y persa.

Tiro

Lamentablemente, casi nada queda de esta ciudad. Se construyó sobre dos islas que fueron unidas entre sí y luego conectadas a tierra firme mediante un dique que ordenó levantar Alejandro Magno con ocasión del sitio a que la sometió.

Las sucesivas construcciones romanas, bizantinas y medievales desfiguraron su primitivo aspecto urbano, que se caracterizaba por hermosos edificios públicos (palacio real, plaza de mercado, templos, etc)

A partir del siglo X a.C época del renombrado Hiram I, Tiro se erigió en la principal ciudad fenicia, convirtiéndose en una auténtica potencia naval que dominaba todo el Mediterráneo, gracias a las colonias que fundó en él, entre ellas la famosa Cartago.

El Comercio

La economía fenicia descansó fundamentalmente en el comercio, actividad en la que fueron consumados expertos y que les proporcionó enormes riquezas y recursos materiales. Fue la propoa geogrfía de Fenicia –y otra serie de condicionantes- la que obligó a sus gentes a buscar los recursos de que carecía el país o aquellos que no producía en cantidad suficiente.

Progresivamente, gracias al estímulo e interés de las instituciones públicas, la iniciativa privada, el arribo constante de materias primas y la especialización en diferentes industrias (tejidos y púrpura, vidrios, joyería, metalistería), fenicia se convirtió en una potencia aconómica indiscutible, siendo capaz de situar sus productos –o de distribuir otros- desde la India hasa Iberia, atravesando para ello mares, desiertos y montañas.

Consistía en buscar lo abundante de un lugar para cambiarlo por baratjas (collares, adornos) o en trocar manufacturas (paños de brillante colorid, diferentes objetos de lujo) por productos de consumo (aceite, cereales, lana).

Sabemos que practicaron el comercio sin basarse en leyes de mercado (oferta y demanda, ley del precio), que no se conocían, sino ajustádose a los principios de reciprocidad e intercambio en los que el afán de ganacas era innegable.

Extraído de: Así vivían los fenicios. Federico Lara Peinado. Editorial Anaya. Serie Vida Cotidiana. Madrid, 1990.