Actividad
1. Lee el siguiente texto extraído de: http://www.laguia2000.com/alemania/querella-por-las-investiduras
2. Elabora un mapa conceptual sobre el tema leído y consígnalo en tu cuaderno.
La Querella de las Investiduras consistió en el enfrentamiento entre papas y reyes entre el 1073 y el 1122, fecha que fija su fin en virtud del Concordato de Worms.
Fue desencadenado por el Papa Gregorio VII y el Emperador del Sacro Impero Romano Germánico, Enrique IV, en donde ambos se disputaron la supremacía del poder.
En el año 1075, el recientemente nombrado Papa, el monje Hildebrando devenido en Gregorio VII, emite un Dictatus Papae de características rígidas en el que, a través de 27 puntos, expone el papel que debe regir la iglesia respecto al poder temporal.
En éste determina la absoluta supremacía del Papa, ubicándose por encima de los clérigos, obispos, fieles e iglesia, ya sean éstas locales o nacionales. Su autoridad está por encima de la de los concilios. Sólo el Papa tiene el poder de nombrar obispos, como así también emperadores y príncipes, quienes le deben sometimiento. Asimismo, expone la infalibilidad de la Iglesia, esto es, “la iglesia no erró ni errará jamás”.
Asimismo, se manifiesta expresamente en contra de la simonía, venta de cargos eclesiásticos y el nicolaismo, vida no célibe de los clérigos, voto de castidad que se mantiene en la actualidad dentro de la religión católica. La razón por la cual se impuso esta condición se debió, en principio, a una razón económica y al carácter hereditario de los feudos ante una posible descendencia.
La querella se expresó en el deseo de obtener la autoridad imperial por encima de los reyes, hecho que molestó al emperador Enrique IV quien no estaba dispuesto a ceder su poder, actitud que demostró al no modificar en nada sus prácticas frecuentes: siguió nombrando obispos en Alemania, más aún, nombró arzobispos en Milán, territorio que había rechazado de cuajo las nuevas directivas papales.
La respuesta por parte de Gregorio VII fue al comienzo, un claro llamado de atención hacia la desobediencia. Por su parte, el Emperador convocó a un conjunto de obispos en Worms en 1076 quienes lo apoyaron, negándose a reconocer las nuevas directrices. El resultado fue la excomunión del Emperador y de quienes lo acompañaban, destituyéndolo de la corona imperial quien, ante la posibilidad de perder el favor de sus súbditos como así también la bendición de la fe, pidió perdón al Papa, evento que se conoce como el “Paseo de Canossa”, en virtud al viaje que hace Enrique IV al castillo de Canossa en donde se encontraba Gregorio VII.
La querella se reaviva cuando, al regresar el emperador a Alemania, se encuentra con que un grupo de partidarios de su cuñado Roberto de Suabia, lo habían promulgado emperador. La reacción de Enrique fue, nuevamente, convocar un grupo de prelados en Brixten, desposeyendo a Gregorio VII y nombrando en su lugar al antipapa, Clemente III.
El papa, en tales circunstancias, confirmó a Roberto de Suabia y pidió ayuda al normando Roberto Guiscardo, quien se lanzó contra Roma. El resultado fue un conflicto sangriento con intervención popular en el que perecieron civiles.
Gregorio VII , escoltado por Guisardo, huyó a Salerno en donde este le ofreció asilo hasta su muerte, un año más tarde, en el 1085. Sucedido primero por Víctor III y luego por Urbano II, la Querella de las Investiduras se mantuvo hasta la llegada del Papa Calixto II, quien firmó el Concordato de Worms en 1122 confirmado por el Concilio de Letrán.
Se estableció un acuerdo entre la Iglesia y el Imperio a través del cual la primera se reservaba el poder de las consagraciones religiosas, en tanto que al poder imperial correspondía la investidura temporal y los derechos de regalía.
Asimismo, el emperador tenía el poder de asistir a la elección de cargos eclesiásticos y utilizar su voto cuando el quórum no fuese suficiente.
Fue desencadenado por el Papa Gregorio VII y el Emperador del Sacro Impero Romano Germánico, Enrique IV, en donde ambos se disputaron la supremacía del poder.
En el año 1075, el recientemente nombrado Papa, el monje Hildebrando devenido en Gregorio VII, emite un Dictatus Papae de características rígidas en el que, a través de 27 puntos, expone el papel que debe regir la iglesia respecto al poder temporal.
En éste determina la absoluta supremacía del Papa, ubicándose por encima de los clérigos, obispos, fieles e iglesia, ya sean éstas locales o nacionales. Su autoridad está por encima de la de los concilios. Sólo el Papa tiene el poder de nombrar obispos, como así también emperadores y príncipes, quienes le deben sometimiento. Asimismo, expone la infalibilidad de la Iglesia, esto es, “la iglesia no erró ni errará jamás”.
Asimismo, se manifiesta expresamente en contra de la simonía, venta de cargos eclesiásticos y el nicolaismo, vida no célibe de los clérigos, voto de castidad que se mantiene en la actualidad dentro de la religión católica. La razón por la cual se impuso esta condición se debió, en principio, a una razón económica y al carácter hereditario de los feudos ante una posible descendencia.
La querella se expresó en el deseo de obtener la autoridad imperial por encima de los reyes, hecho que molestó al emperador Enrique IV quien no estaba dispuesto a ceder su poder, actitud que demostró al no modificar en nada sus prácticas frecuentes: siguió nombrando obispos en Alemania, más aún, nombró arzobispos en Milán, territorio que había rechazado de cuajo las nuevas directivas papales.
La respuesta por parte de Gregorio VII fue al comienzo, un claro llamado de atención hacia la desobediencia. Por su parte, el Emperador convocó a un conjunto de obispos en Worms en 1076 quienes lo apoyaron, negándose a reconocer las nuevas directrices. El resultado fue la excomunión del Emperador y de quienes lo acompañaban, destituyéndolo de la corona imperial quien, ante la posibilidad de perder el favor de sus súbditos como así también la bendición de la fe, pidió perdón al Papa, evento que se conoce como el “Paseo de Canossa”, en virtud al viaje que hace Enrique IV al castillo de Canossa en donde se encontraba Gregorio VII.
La querella se reaviva cuando, al regresar el emperador a Alemania, se encuentra con que un grupo de partidarios de su cuñado Roberto de Suabia, lo habían promulgado emperador. La reacción de Enrique fue, nuevamente, convocar un grupo de prelados en Brixten, desposeyendo a Gregorio VII y nombrando en su lugar al antipapa, Clemente III.
El papa, en tales circunstancias, confirmó a Roberto de Suabia y pidió ayuda al normando Roberto Guiscardo, quien se lanzó contra Roma. El resultado fue un conflicto sangriento con intervención popular en el que perecieron civiles.
Gregorio VII , escoltado por Guisardo, huyó a Salerno en donde este le ofreció asilo hasta su muerte, un año más tarde, en el 1085. Sucedido primero por Víctor III y luego por Urbano II, la Querella de las Investiduras se mantuvo hasta la llegada del Papa Calixto II, quien firmó el Concordato de Worms en 1122 confirmado por el Concilio de Letrán.
Se estableció un acuerdo entre la Iglesia y el Imperio a través del cual la primera se reservaba el poder de las consagraciones religiosas, en tanto que al poder imperial correspondía la investidura temporal y los derechos de regalía.
Asimismo, el emperador tenía el poder de asistir a la elección de cargos eclesiásticos y utilizar su voto cuando el quórum no fuese suficiente.