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domingo, 15 de marzo de 2009

La Prehistoria El Cambio Ambiental

El Cambio Ambiental

Subdivisión del Pleistoceno

E, Pleistoceno o Era Cuaternaria, presenta mucho interés para el estudio de la evolución física de los seres humanos. Difícilmente puede ser una coincidencia que fuera una época de cambio ecológico repetido. La extensión y concentración de los hielos, la subida y bajada de los niveles de la tierra y del mar, y los grandes cambios de la distribución de animales y plantas en respuesta al cambio clomático, son todos ellos, factores que se combinaron para modificar de forma más o menos radical las circunstancias físicas a las que habían de ajustarse las primeras comunidades. Y el ciclo de cambio se repitió muchas veces a lo largo de la prehistoria.

Cuando calificamos al Pleistoceno de Edad de los Hielos ya no queremos decir que la expansión de los hielos fuera un fenómeno que ocurriese de una vez por todas. Por el contrario, el Pleistoceno presenció toda una serie de glaciaciones interrumpidas por períodos interglaciares durante los cuales las temperaturas se elevaron por encima de las actuales. En la actual zona templada, y a mayores alturas todavía en los trópicos, hubo, a juzgar por los datos obtenidos de núcleos extraídos de los lechos oceánicos, unas quince grandes fases de aumento de la glaciación durante el Cuaternario. Esta repetición de episodios glaciares e interglaciares es la que brinda las mejores posibilidades de subdividir los principales capítulos de Pleistoceno.

Se sabe que durante la última glaciación se produjeron períodos pluviales, pero no se han estudiado completamente; lo que sí se asume, es que deben haber influído las circunstancias de la vida de las comunidades prehistóricas.

Las fluctuaciones del clima representadas en la expansión y contracción de los hielos, fueron el contexto del hombre primitivo; sobre todo porque afectaron el nivel de los océanos y con ello las formas del litoral. Por lo general, los períodos de glaciación se señalaron por el descenso eustático de los niveles de los océanos, y los interglaciares, por su elevación correspondiente.

Las fluctuaciones del clima que implicó la sucesión de episodios glaciares e interglaciares trajeron unos cambios correspondientes en las distribuciones de la vegetación y de la fauna. Por ejemplo cuando las capas de hielo penetraron en zonas que antes eran templadas, los bosques tuvieron que ceder su lugar a la vegetación abierta y en el mundo animal las especies selváticas se vieron sustituídas por otras adaptadas a la estepa o la tundra; y; en cambio, durante las fases interglaciares o interestadiales, así como durante el período reciente tras la última retirada de los hielos, la situación se invirtió. Además huelga insistir en que el desplazamiento ecológico no se limitó en absoluto a los territorios inmediatamente adyacentes a las capas de hielo. Durante los períodos glaciares, no fueron únicamente las zonas templadas, las que se desplazaron, sino que, hasta cierto punto, las zonas áridas subtropicales se fueron acercando al Ecuador. En esas épocas, además, las selvas ecuatoriales deben haber pasado a su vez, por alguna contracción. A la inversa, durante los períodos interglaciares e interestadiales, sin olvidar el Reciente, se expandió la selva ecuatorial, la zona árida subtropical se alejó más y los bosques volvieron a extenderse por territorios que antes ocupaba la vegetación abierta.

No cabe imaginar las consecuencias de esos cambios para el hombre primitivo más que cuando se recuerda lo estrechamente vinculada que estaba su vida a la de los animales y las plantes, de los que dependía para su subsistencia. El hombre, al igual que otras especies, tiene que vivir en ecosistemas. Tiene que establecer algún tipo de relación con el hábitat (suelo y clima) y el biomo (vegetación y vida animal) en que existe y, al ser hombre tiene que elaborar pautas transmisibles definidas con las que estructurar esas relaciones. El aparato cultural cuyas huellas supervivientes estudian los arqueólogos, incorpora las pautas elaboradas por comunidades concretas para hacer frente a situaciones ecológicas concretas. De ello se desprende que todo cambio drástico, tanto si ocurre en la esfera del hábitat o en el biomo, incluso en la de la cultura, tiene que haber entrañado un reajuste, sea mediante la migración o la innovación cultural, como única alternativa a la decadencia y, al final, a la extinción; pues la selección natural, por muy indirectamente que actúe a veces, se aplica tanto a las sociedades humanas como a cualquier otra sociedad de organismos vivos.

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