Cazadores y recolectores paleolíticos
Los criterios culturales de la humanidad
Aunque casi todos los paleontólogos están de acuerdo en que la adopción de la postura erecta tuvo la suficiente importancia como para justificar la división entre homínidos y grandes monos, pocos mantendrían que sea posible distinguir, conforme a criterios puramente zoológicos, a los que siguieron siendo prehumanos de los que alcanzaron la condición de hombres.
Por así decirlo, para que pueda calificar de humano a un homínido, éste ha de justificarse por sus actos: los criterios ya no son tanto biológicos como culturales. Sin embargo, sigue siendo cierto que debe existir una interrelación estrecha entre el progreso cultural y la dotación biológica. La adopción de la postura erecta, que muy bien puede haber sido una reacción a la desaparición de bosques y a la consiguiente necesidad de cruzar espacios abiertos entre una zona de bosques y otra, facilitó en sí misma la adquisición de cultura; cuando las manos se liberaron de las funciones de locomoción, quedaron disponibles para utilizar instrumentos y finalmente para hacerlos, y esas actividades estimularon el desarrollo del cerebro. Al miso tiempo, lo facilitaron al modificar la arquitectura del cráneo: el papel cada vez menor fue desempeñado por los dientes en la ingestión y la manipulación tuvo el efecto de reducir su tamaño, el peso de la mandíbula y la fuerza de las crestas supraorbitales y las enserciones musculares. Por otra parte, la postura bípeda tenía sus peligros, y al final o sobrevivieron sino los homínidos que hicieronuso inteligente de útiles y armas. De hecho, la capacidad para adquirir cultura, comprendida la ayuda intangible pero decisiva del lenguaje articulado, tuvo, evidentemente, un valor de adaptación, en el sentido de que lso tipos más capaces de adaptarse fueron aquellos cuyos genotipos se propagaron con más abundancia en el transcurso de la selección natural. Posiblemente eso explique por qué el aumento del tamaño del cerebro que permitió realizar progresos culturales cada vez mayores, ocurrió con tanta rapidez en tiempos del Pleistoceno. Así, incluso la evolución biológica de los homínidos más avanzados fue en gran medida resultado de la evolución de la cultura.
Subsistencia, división de los alimentos y campamento base
Si la manufactura sistemática de útiles como ayuda para manipular el medio ambiente era una característica de los primeros hombres, también lo era la forma de su economía. A juzgar por los materiales biológicos recuperados de sus asentamientos humanos en diferentes partes de Europa, el hombre paleolítico de África y Asia gozaba, incluso desde los períodos más remotos, de una dieta mucho más cerca de la omnívora que la de cualquiera de los primates no humanos supervivientes. En particular, el hombre primitivo era carnívoro. Mientras que los grandes monos, aunque no le hace ascos a probar de vez en cuando alimentos animales, son sobre todo vegetarianos, los primeros hombres cuyos restos de comida conocemos, evidentemente sabían conseguir una gran variedad de carne de animales. No parece caber duda de que el hombre se descubrió a sí mismo y apareció como especie dominante, en primer lugar su sobre todo como cazador. Un resultado de la ampliación de la gama de su dieta fue que, a la larga, le permitió explorar una extensión mucho mayor del medio ambiente, cosa en la que se vio muy ayudado, con el transcurso del tiempo, por el desarrollo de su utillaje material, Otro resultado fue iniciar la subdivisión del trabajo que resultó ser una de las principales fuentes del progreso humano: mientras los varones perseguían a la caza y, cuando era necesario, compatían entre sí, sus compañeras se concentraban en criar a la familia y recolectar plantas y alimentos anumales de escaso tamaño, como huevos e insectos. El compartir la comida de manera formalizada era algo tan característico por lo menos del hombre primitivo, en comparación con los hompinidos no humanos, como lo era el trasporte de materiales o la manufactura de útiles con modelos uniformes.
Fue la asociación económica entre los sexos lo que, por encima de todo, constituyó el fundamento de la familia humana, institución cuya importancia fue en aumento con cada expansión del ámbito y la gama de la cultura que cada generación había de adquirir en su infancia. La importancia de la cría y educción se refleja en la importancia cada vez mayor del campamento base. El hombre del Paleolítico seguía siendo un animal de presa; no criaba animales ni cultivaba plantas, sino que dependía de lo que podía capturar o recolectar en la naturaleza silvestre. De ello se desprende que para subsistir necesitaba ocupar superficies muy extensas. Ello significaba que había de vivir en grupos pequeños y muy dispersos, que como mucho comprendían un número suficiente de adultos para realizar la caza. Incluso así, por lo general, tendría que desplazarse, a veces por territorios muy extensos, a lo largo del año para ir explorando las fuentes naturales de alimentos a medida que éstas iban madurando. Sin embargo, el hombre más primitivo necesitaba un campamento base mucho más permanente y sustancial que los nidos nocturnos de los chimpancés. Cuanto más tiempo necesitaran los pequeños estar protegidos y más tiempo llevara su educación, más equipo hacía falta para la vida cotidiana, más importante se hacía la cocina, más indispensable era conseguir una base cercana a la caza y al agua y agradable para vivir en ella, en la cual pudieran realizarse las tareas fundamentales.
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