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domingo, 5 de agosto de 2012

Biografía de Baltasar Martínez de Compañón y Bujanda

(Construyendo juntos el conocimiento de la Historia)

Extracto de la monografía de Sommer Silva Morán
Cuarto de Secundaria

CAPÍTULO I

MARTINEZ DE COMPAÑON. VIDA Y LABOR

De nombre completo: Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda (ver Anexo 1). Nacido en el pueblo de Cabredo (España). En 1737 estudia leyes y se doctora en Canones y Teología. Recibe posteriormente la ordenación sacerdotal. Vine al Perú y en 1799 toma posesión de la Sede Episcopal de Trujillo, a la que perteneció Piura.

Recorre la diócesis durante tres años, y su gran interés por la cultura regional y el desarrollo humano lo mueve a fundar pueblos, escuelas, reconstruir y edificar templos, trazar caminos, canciles, acequias.

Formado en los ideales de la Ilustración, el obispo ve en su Diócesis, material para una gran obra de carácter enciclopédico, y decide iniciar el registro de todo cuanto constituye la realidad viva de la cultura del norte peruano: fauna, flora, mapas, planos, danzas, caminos y otros aspectos de la región.

Con miras a esta recopilación general encarga poco más de 1400 láminas sobre diversos aspectos y el registro de canciones en notación musical. El traslado a la sede episcopal de Santa Fe de Bogotá en 1790 detiene su obra.

Allí emprende actividades similares a las cumplidas en Trujillo, hasta que – esta vez – la muerte las interrumpe definitivamente.

Sus obras tuvieron relación con las ciencias humanas y sociales: arqueología, antropología, pedagogía, folclor, geografía, demografía y urbanística.

1. Obra del Obispo

La obra grafica emprendida por el obispo don Baltasar Jaime Martínez de Compañón en América no solo la componen las láminas que forman los nueve volúmenes del “Trujillo del Perú” que se guardan en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. En la Biblioteca Nacional de Colombia, sección libros raros y curiosos se conserva, bajo la signatura de Manuscrito 16, otro volumen con láminas similares.
Existen además algunos planos y mapas en distintos archivos y bibliotecas, tanto en América como en España, realizados para ilustrar los 87 expedientes mandados hacer por Martínez Compañón durante la visita pastoral de su diócesis, realizada entre 1782 y 1785. Esta extensa visita que, en palabras del propio Martínez de Compañón, hizo en dos años, 8 meses y 18 días, tenía una doble motivación.

Una, de parte pastoral propia de su condición de eclesiástico. Y otra humanitaria, social y científica, propia de un personaje que vivía al tanto de las inquietudes de su época.

El obispo reúne geográfica y temáticamente los principales personajes y obras de las provincias visitadas de su Obispado empezando siempre en estricto orden por los mapas topográficos, los planos de las principales ciudades, los personajes civiles, los religiosos y, por último, algunos de los planos de los proyectos adelantados (ver Anexo 2 y 3).

El primer grupo de láminas corresponde a la provincia de Trujillo, luego sucesivamente la de Saña, Piura, Jaén, Huambos, Cajamarca, Huamachuco, Patas, Luya Chillaos, Chachapoyas, Moyobamba, Lamas e Hibitos y Cholones.

El orden de las provincias es arbitrario, pues no corresponden al itinerario seguido por Martínez Compañón en su visita pastoral.

Otro grupo de láminas lo forman los retratos de personajes civiles correspondientes casi con seguridad a las autoridades administrativas y militares de cada una de las provincias del Obispado de Trujillo. El ministerio pastoral de Martínez de Compañón le obligaba a establecer un estrecho contacto con las autoridades de la diócesis, lo que se refleja en toda la documentación de su visita.



Destaca primero el retrato de Carlos III como máxima potestad real, dibujo que a pesar de su poca calidad artística guarda un mayor parecido con el monarca si comparamos con la misma lámina del volumen de Madrid.

La mayoría de estos retratos rasgos comunes, como la posición del cuerpo y los vestidos, sin embargo, las facciones de la cara definen claramente al personaje.

De los más de veinte retratos que forman este grupo, la mitad corresponde a personajes de la provincia y ciudad de Trujillo.
Sin embargo, lamentablemente, la gran mayoría están aun sin identificar, simplemente se pueden diferenciar algunos aspectos como, por ejemplo, si son militares (coroneles o capitanes de la milicia) o si son personajes de la administración pública (corregidores, alguaciles, alcaldes, etc.).

Es de suponer, que si el Obispo pretendía colocar en la sala capitular los retratos de estos personajes, los incluya en las láminas que ilustraría una hipotética historia del Obispado.

En el segundo grupo de retratos, las diferencias entre las láminas de Bogotá y Madrid son más notables, siendo de la cara, la posición del cuerpo, los detalles de los vestidos y la coloración. En algunos de los dibujos aparece una mayor diferenciación en la expresión y detalles del rostro, hasta ver, por ejemplo, los cinco primeros personajes que resultan bastantes diferentes a las láminas del tomo de Madrid.

Un tercer grupo de láminas estaría formando los retratos de los obispos de Trujillo. Estos fueron identificados por el historiador Jesús Domínguez Bordona analizando los escudos episcopales que aparecen al lado de cada uno de ellos.

A diferencia del anterior grupo, estas láminas no corresponden a retratos den natural pues es evidente que la mayoría de los personajes representados ya habían fallecido a la llegada de Martínez Compañón, e incluso muchos de ellos no llegaron a ocupar la sede de Trujillo.

Solamente se exceptúan las láminas correspondientes a los retratos del propio Martínez de Compañón y la de su sucesor José Andrés de Achurra. Esto significa que fueron realizados muy probablemente copiando cuadros ya existentes.

Un cuarto grupo de láminas lo constituyen los mapas topográficos y los planos de edificios, ciudades y pueblos promovidos por el Obispo durante su visita.

2. Reformas Sociales del Obispo

Para Martínez Compañón la idea fundamental que rodeaba la condición social y humana del indio, era la miseria, entendida no solo en el campo espiritual, sino también en el moral, material y aplicable a la generalidad sin distinciones.

La primera “miseria moral” se extendía a todos sus ámbitos: familiares, sociales, políticos y religiosos. Martínez de Compañón lo exponía en una carta dirigida al rey Carlos III fechada en Trujillo el 15 de Mayo de 1786.

Esta miseria moral era fruto, según el Obispo de la profunda ignorancia en que vivían sumergidos. Esta se extendía a todos los aspectos de la vida diaria desde los más elementales hasta los más generales. Sin embargo donde se manifestaba con más fuerza, era la incapacidad moral de este para distinguir el bien del mal, lo que implicaba por lo tanto la presencia generalizada y común de vicios y una ausencia de las principales virtudes.

Dentro de los primeros, Martínez de Compañón nombra la embriaguez, la pereza, la ociosidad, la envidia y la mentira.

Por el contrario se reafirma en la idea de la “aversión y horror” que mostraban a la honestidad y la virtud. Esta situación influía en aspectos tan capitales como la vida doméstica.

Durante su visita el Obispo vio que era una situación común y generalizada el hecho de que familias enteras vivieran hacinadas en una casa y en una misma cama. Esta situación no era peor planteada por un aspecto tan fundamental como el alimenticio.

Compañón recomendaba a su feligreses “El uso de la mesa para comer y senar” y a que se separen de aquellas practicas silvestres y agrestes que llegan a equivocarles y confundirlos con las bestias.

La incultura y falta de educación era el patrimonio que según el cura de Chachapoyas, los indios dejaban a su prole. Según este “mas quieren tener a sus hijos hechos esclavos para que les sirvan, y cuiden en su trabajo y agricultura que verlos instruidos y hechos hombres racionales”.

De otro lado la miseria corporal se manifestaba en la pobreza y en el desprecio a que eran sometidos por otras castas incluidas: negros, zambos, mulatos y mestizos. Esta pobreza se manifiesta corporalmente en enfermedades – especialmente en zonas del este: sarna, lepra, etc.

El carácter indígena se resumía – según Martínez de Compañón – en tres conceptos fundamentales:

• La indolencia

• La dureza para con ellos mismos

• La perversidad
La indolencia les llevaba a ser reacios a todo tipo de contacto con la cultura española, lo que los colocaba en un continuo aislamiento.

A todo ello se unía la pervivencia de costumbres relacionadas con la superchería manifestadas en una excesiva fe en curanderos y hechiceros lo que implicaba – según el Obispo – un auto desprecio personal y a la salud y una ausencia total de sentido común.

Por último, la violencia, manifestaba en las constantes irreverencias de estos frente a autoridades civiles que contrastaba con una aparente facilidad y en los métodos represivos que incluso ellos mismos imponían a su raza.

Todo este planteamiento del Obispo, le llevó a cuestionar la utilidad de 200 años de colonización y evangelización, idea de recapitulación muy propia de la época.

Acuarela viva escenificada por los alumnos de Cuarto de Secundaria

Sommer Silva en la Ii Velada Patriótica, explicando el tema investigado.

Escenificación de la obra de Martínez Compañón a cargo de Sebastián Silva, Carlos Granda y Guillermo Hidalgo.

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